Por: Teresa Guzmán del Decanato de Innovación Educativa de la Universidad Iberoamericana (UNIBE).
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La estrategia del trabajo en colaboración es propia de una enseñanza que intenta salirse de las prácticas convencionales y que procura la participación de todos. No se limita a cambiar los asientos de lugar, o distribuir las mesas de forma diferente a la que están dispuestas, y hacer todos lo mismo. Es un enfoque para la enseñanza sustentado en la relación de los miembros del grupo, en el nivel relacional que existe entre los alumnos y en el intercambio de saberes que puede producirse.
Es el trabajo en grupos pequeños, cuya composición y número, son variables a considerar según el tipo de actividad que se vaya a realizar. La heterogeneidad de los mismos ha de estar basada en capacidades, ritmos y rendimiento. Los grupos de trabajo en colaboración procuran la interacción de todos sus miembros con el fin de lograr el aprendizaje de los contenidos y la enriquecedora experiencia de trabajar en equipo (Lago, Pujolás, Naranjo (2011).
Según los autores antes mencionados para poder pasar de una estructura de clase global y a la vez individualista, a otra cooperativa en la que se desarrollen valores de solidaridad y respeto mutuo y se mejoren las relaciones interpersonales y de participación social, es necesario adaptar recursos didácticos que lo permitan.
- El docente debe trabajar constantemente para crear y profundizar el sentido de pertenencia al grupo, la afinidad entre sus miembros de manera que el trabajo en grupos pequeños no altere el clima del aula, como grupo mayor al que todos pertenecen. Existen múltiples ejercicios o dinámicas de grupo que pueden ser practicadas por el tutor, o profesor guía a fin de enraizar estos valores de trabajo cooperativo entre todos los participantes.
- En segundo lugar los docentes deben poner en práctica la estrategia de trabajo en equipo como recurso. Con la certeza de que trabajando de esta forma los alumnos se ayudarán mutuamente y lograrán mejor la comprensión de los contenidos (Lago et al 2011).
- Finalmente trabajar en equipo como aprendizaje para trabajar en equipo. Proveyendo a los alumnos de todos los recursos posibles para aprender a trabajar colaborando unos con otros.
Los tres ámbitos de intervención deben ser trabajados durante todo el curso y simultáneamente, con lo que se infiere que el trabajo colaborativo no logra espontáneamente sus fines, sino que es necesario crear espacios para ejercitar este estilo de aprendizaje y ponerlo en práctica cada vez con más frecuencia como la estrategia que más garantiza la participación.
El trabajo colaborativo debe comenzar con la negociación entre el docente y los miembros del grupo, de manera que para cada miembro quede lo más claro posible cuáles son “los objetivos, el enfoque y la orientación del trabajo” (Masip y Rigol, 2011, 33). Cada miembro del grupo debe hacer un trabajo individual que aportará más tarde al colectivo.
El segundo paso según los autores es la tarea común, o el producto final conformado por los trabajos realizados por cada miembro del grupo. Luego de establecerse esta pauta, el trabajo de cada miembro debe estar interrelacionado con el de los demás miembros del grupo, porque el final de este trabajo no es sumar lo que cada uno hizo individualmente sino elaborar un producto al que todos aportarán sus puntos de vista, sus experiencias, por tanto deberá existir seguramente el debate entre los miembros.
En esta tarea el docente se presenta como orientador, como facilitador, pues en este momento del trabajo colaborativo por lo común puede existir la confrontación en la construcción del aprendizaje (Bixio, 2003). El profesor es un miembro más del grupo expositor pero también es el guía, es el animador, es aquella persona capaz de ver lo mejor del desempeño de sus alumnos y debe estimular con su atención, con la importancia que dé al fruto del trabajo de sus alumnos, el desarrollo de todas las competencias que permitan aprender en colaboración.
Precisamente la mayor dificultad del trabajo colaborativo reside en la falta de entrenamiento para realizarlo por parte tanto de los alumnos como de los profesores y no saber con claridad que es lo que se espera de esta forma de trabajo. Los docentes tienen dificultades en organizar este trabajo, sobre todo en la gestión de responsabilidades: que cada miembro del grupo sepa qué es lo que le corresponde hacer.
La comunicación entre los miembros provoca el flujo de intercambios. “El trabajo en solitario o la misma presencia del maestro, muchas veces no permiten desatar los nudos que impiden un desarrollo provechoso de la vida escolar”. (Iglesias, 2004, 101) El entusiasmo de la labor conjunta, cuando existe comunicación, puede favorecer la culminación de la tarea con éxito. “La heterogeneidad extrema dificulta la comunicación” (Masip y Rigol 2011, 34).
Los alumnos que tenemos en el aula, los adelantados, los traviesos, los que requieren más tiempo, todos, tienen experiencias que pueden compartir en un momento determinado para solucionar una situación curricular, pero esto solamente ocurrirá si está creado el ambiente propicio de colaboración, de armonía en el que los alumnos no se sientan coartados. En esta estrategia de trabajo, es importante al formar los grupos, respetar las relaciones preexistentes que puedan beneficiar el desempeño de cada miembro, así como diseñar la tarea colaborativa lo más atractiva posible según los intereses de los alumnos.
PREVISIONES PARA LA COLABORACION ENTRE ESTUDIANTES
Los grupos de trabajo colaborativo deben gozar de autonomía para elegir la forma en la que van a buscar información y cómo van a trabajar. Si se crearan conflictos que los alumnos no pudieran resolver por sí mismos, es responsabilidad del docente mediar, teniendo presente que se trata de un aprendizaje complejo, en el que simultáneamente se trabaja con el currículo, con las habilidades sociales, con las relaciones intra e interpersonales y con los valores que la colaboración promueve.
Mientras los alumnos aprenden a trabajar con esta estrategia de colaboración y van profundizando en todos los mecanismos sociales del trabajo en grupo y adquiriendo las habilidades necesarias para trabajar en la diversidad, respetar las opiniones de los demás aunque sean contrarias a las suyas propias, y esforzarse por lograr el consenso, van incorporando también la experiencia de una forma de libertad hasta antes desconocida en su rol de alumno: la libertad de construir su propio conocimiento. Para que el trabajo colaborativo tenga significado, tiene que estar lleno de sentido para los alumnos. Debe constituirse en desafío y por ende, ser atractivo, pero a la vez no debe estar por encima de sus posibilidades ni por debajo de ellas. Debe “retar al alumno”, (Gimeno Sacristán, 2000, 33). El trabajo en colaboración requiere del conocimiento que el docente debe tener de sus alumnos, sus intereses, sus capacidades.
Las actividades de trabajo colaborativo deben ser proyectadas de manera que susciten el interés de los alumnos, que requieran de sus esfuerzos y que susciten en el aula un clima de libertad en el que sean posibles los errores, las dudas, las confrontaciones. (Perrenoud 1997). Ciertamente es la estrategia por excelencia de la participación. Se está invitando al alumno a la asunción de un rol diferente. Deja de ser el agente pasivo que espera ser enseñando, para participar de la construcción de su propio proceso de enseñanza – aprendizaje.
El docente por su parte como hemos dicho anteriormente tiene ante sí una tarea compleja, en la que debe diseñar, controlar, dar seguimiento y estar siempre dispuesto a prestar ayuda cuando sea necesario, pero sin interferir y afectar la autonomía de los grupos.
Un clima de colaboración en el que los más rápidos tengan oportunidad de ayudar a los otros, al mismo tiempo que extiende sus saberes y los afianza es importante que aparezca como uno de los propósitos principales de esta estrategia de participación. También se impide que algunos se queden rezagados, puesto que existe una dinámica de ayuda mutua que el docente debe incentivar, reconociendo el buen funcionamiento de los grupos y sus resultados, así como los resultados individuales aunque estos sean de diversos.
Fases del trabajo en colaboración
La evaluación del trabajo colaborativo
La evaluación debe tener dos vertientes fundamentales, la propiamente académica que será individual y grupal. Debe incorporarse a esta la autoevaluación y la coevaluación (Gavilán, 2000). La otra vertiente evaluativa es la de las habilidades sociales, pero ¿cómo evaluar este aspecto que se produce en la dinámica del grupo y a lo interno de la persona?
Apoyarse en el mismo grupo para la evaluación de estas actitudes, comprometiendo a los miembros en su autoevaluación y exigiendo el desarrollo de un espíritu crítico que redunde en el buen funcionamiento del trabajo colaborativo es la mejor táctica de evaluación de las actitudes sociales, pero debe tenerse en cuenta que las habilidades de comportamiento social, también se forman lentamente y son el resultado de una multiplicidad de factores, es por ello que el desarrollo de actitudes sociales en pro de la convivencia y en la aceptación de la diversidad no debe ser generalizado, ni juzgado, sino con el mismo sentido de colaboración hay que enseñarnos los unos a los otros a convivir en la paz, respetando las particularidades pero haciendo comprender que todo aquello que nos hace iguales es mucho mayor que lo que nos hace diferentes y en ese sentido tenemos que desarrollarnos.
El trabajo en grupos de colaboración debe ser planificado por el docente como cualquier otra actividad que realice en el aula. Debe tener en cuenta la forma en la que va a presentar el tema a la generalidad del grupo, la motivación, la utilización de los conocimientos previos de los alumnos.
Debe decidir si relacionará el tema actual con los temas anteriores, o posteriores. (Giné, 2000). Las decisiones del docente en cuanto a la presentación del tema deben formar parte de un amplio repertorio proveniente de las relaciones que puedan hacerse desde el tema a los alumnos y su mundo circundante. Puede estar relacionado con el tema anterior de la clase, o con el futuro del los estudiantes, o con acontecimientos del centro o históricos. Para impulsar a los alumnos a realizar cualquier trabajo es importante lograr encender en ellos la chispa que hará mover todo el engranaje del aprendizaje.
Todo lo que el docente planifique debe prever un margen de tiempo para su desarrollo, en que se tengan en cuenta los ritmos de aprendizaje de los alumnos, (López Rodríguez, Sentís, 2000). Sabemos que contamos con un horario restringido de 2 – 3 horas clase, y un plan de estudio lo suficientemente parcelado de manera que una actividad no tiene continuidad con la clase y asignatura subsiguiente, por lo tanto, las actividades no deben quedarse inconclusas. Del cuidado en la preparación del trabajo colaborativo para el tiempo disponible depende parte del éxito de la actividad y esto es posible.
Si el docente es capaz de preparar las actividades de su clase, incluidas las de colaboración y de anotar los aciertos y desaciertos para las próximas actividades, también es posible compartir estas experiencias con los otros docentes que trabajan con los mismos alumnos. El trabajo en colaboración es un signo de la inclusión como propuesta educativa y abraza a todos los que participan de ese proyecto. Los docentes deben compartir sus experiencias (Alcudia y Montón, 2000). No solamente de manera informal, Los directivos del centro deben idear espacios de encuentro entre los docentes para que ellos puedan compartir estas experiencias con las estrategias de trabajo colaborativo.
Referencias
Lago, JR., Pujolás P., Naranjo M.(2011). Aprender cooperando para enseñar a cooperar: procesos de formación/asesoramiento para el proceso de CA/AC. Aula V. Revista de Pedagogía de la Universidad de Salamanca. Vol,17 Salamanca.
Masip, M, , Rigol, A. (2000). El aula, escenario de la diversidad. ¿Cómo Hacerlo? Propuestas para educar en al diversidad. Serie Atención a la diversidad/ Educación especial. Editorial GRAÓ. Barcelona.
Gavilán, P. (2000). El trabajo cooperativo: una alternativa eficaz para atender a la diversidad. Atención a la diversidad, Claves para la innovación educativa. Editorial Laboratorio Educativo. No. 6. España
Gimeno Sacristán, J,(2000). La construcción del discurso de la diversidad y sus prácticas. Atención a la diversidad. Claves para la innovaciónón educativa. Editorial Laboratorio Educativo. No. 6. España.
Giné, N. (2000). El proyecto curricular del centro y la atención a la diversidad. Atención a la diversidad. Claves para la Innovación Educativa. Editorial Laboratorio Educativo. No. 6. España.
López Rodríguez F, Sentís, F (2000). Las adaptaciones del currículum en primaria. Atención a la diversidad. Claves para la innovación educativa. Editorial Laboratorio Educativo. No. 6. España.
Alcudia, R, Montón, M.(2000). La enseñanza de la lengua. Una experiencia de atención a la diversidad. Atención a la diversidad. Claves para la innovación educativa. Editorial Laboratorio Educativo. No. 6. España.
Iglesias, L. (2004). Confieso que he enseñado. Papers editores. Argentina.
Bixio, C. (2003). Cómo planificar y evaluar en el aula. Propuestas y ejemplos. Ediciones Homo Sapiens. Argentina.
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